lunes, 27 de septiembre de 2010

Chorros del Grande

Susto BaratoEste sábado nos fuimos Dimas Pino, Joaquín Gil del Real y yo a bajar los chorros del Río Grande. Bajamos Susto Barato, Go Left and Die, El Trampolín, y todavía estamos buscando nombre para el último chorro, que, por ahora, llamaré El Empate de Dimas. Bajamos desde Bajo Grande hasta Ojo de Agua. Nos tocó un día excelente, sin mucho sol, y con el río lleno de agua. No podía pedir mejor compañía en el río, seguro de que tenía la espalda cubierta (mientras no me agachara a recoger el jabón).

Nos tomó 3 horas con 40 minutos recorrer el tramo de río que bajamos, bastante cercano a lo que habíamos calculado. A diferencia de las primeras veces, en esta ocasión no perdimos mucho tiempo explorando los varios rápidos que tiene el Río Grande. La primera media hora, antes de Susto Barato, es un buen calentamiento para las tres horas que le siguen. Una vez que se llega a Susto Barato, el río no afloja su nivel de dificultad hasta unos 500 metros antes de la salida, es tiro y tiro. El único que no nado fue Joaquín, Dimas nadó una vez, y yo nadé dos veces. Por tanto, Dimas y yo nos tomamos nuestra primera cerveza en la bota de neopreno de cada uno (bootie bong).

El primer rápido del río, un cañón con curva hacia la izquierda, me dió mi primera emoción matutina: entrando al rápido el chorro de agua en la popa de mi bote me dejó vertical, viendo el cielo, con la espalda en el agua, en "wheelie". Pude balancearme bien y mantener mi cabeza fuera del agua a través del primer rápido. Todavía no le hemos puesto nombre, pero algo se nos ocurrirá cuando sea apropiado. Ese rápido necesita nombrarse.

En la trifurcación que está poco antes del primer chorro nos fuimos por el medio. Con el nivel de agua que había era, definitivamente, la mejor opción. Cuando el canal del medio vuelve a juntarse con el canal izquierdo, hay un buen rápido con varios escalones interesantes. Estábamos bajando con Dimas en la punta y yo cuidando la retaguardia. El león joven al frente y el caballo viejo de último. En realidad era una formación dinámica y cambiamos de posición frecuentemente. Todos estábamos a la expectativa esperando ver la neblina de Susto Barato para no bajarlo sin haberlo revisado antes. Ese chorro no se ve hasta que se le tiene encima, pero su neblina lo delata.

Dimas fue el primero en bajar Susto Barato, escogiendo una buen línea por la extrema izquierda, pegado a la pared de ese lado. Anteriormente lo habíamos bajado por todo el centro (yo) y por una cresta que está justo antes de la ruta que escogió Dimas esta vez. A Joaquín le gusto la ejecución de Dimas y fue a imitarlo, dando un excelente "buf" (boof en inglés) al momento de llegar al labio del chorro y aterrizando con buen ángulo al colchón de abajo. Yo, que bajé de último, decidí no ser rompe-grupo y seguir los pasos de los que me precedieron. Tuve un excelente descenso, con una caída suave y controlada. Finalmente estoy logrando controlar mi remo la momento de iniciar el descenso colocándolo paralelo a mi bote, listo para dar una palada y romper el agua en la caída.

El próximo chorro se llama "Go Left and Die". El nombre está en inglés por que la primera vez íbamos con mi sobrina Alex y ese es su idioma. No nos atrevimos a bajarlo por qué nuestro análisis de la situación nos llevó a concluir que si lo bajábamos mal podíamos sufrir graves consecuencias. En un viaje anterior con Dimas, con un nivel de agua más bajo, vimos cómo Dimas lo bajó sin mayores repercusiones y aprendimos a seguir su línea. En esta ocasión fui yo el que bajó de primero. Seguí una línea tirad lo más a la derecha posible, evitando un colchón de agua que se forma a medio camino cuando parte del chorro se mete en las fauces de un hueco en la pared. El que quede mordido será hecho carne molida. Pero hoy todos pasamos bien, aun que nadie salió con la cabeza fuera del agua al terminar la caída. Yo me fui profundo, quedando totalmente sumergido por unos instantes.

Poco después llegamos al hueco pegajoso que me dio mucho quehacer la primera vez. La segunda vez, con menos agua logré bajarlo sin problemas. Esta vez el hueco se trago a Dimas y lo revolcó un rato antes de dejarlo salir. Joaquín y yo decidimos dejar al ogro que vive en ese hueco tranquilo, pensando que ya Dimas lo había dejado molesto y mejor no lo jodíamos más. Caminamos ese tramo... Poco después de ese hueco vino la primera nadada del día, y fue la mía. Creo que si hubiese esperado un poco más no hubiese nadado. Pero los golpes que recibí abajo del agua suavizaron mi coraje y me aflojé.

Al final del cañón donde nadé vienen una serie de chorros que solamente Dimas había bajado. Esta vez decidimos probar "El Trampolín". Dimas lo bajó primero y yo me animé a seguirlo. Honestamente, me tenía asustado ese chorrito por qué del lado izquierdo hay una raja que no se ve nada amistosa. Pero la preocupación resulta infundada por qué el agua realmente no quiere ir en esa dirección. Igual, entre al último tubo con un ánimo gris y no logré plantar bien mi remo en el labio del chorro. Caí de lado e inmediatamente me volteé. Después de un par de intentos fallidos de regresar a la superficie quedé contra una pared y, con el espíritu estropeado por la primera nadada, volví a tirar mi pollera y nadé por segunda vez.

Mi bote se fue solo por el último chorro y, afortunadamente, quedó atrapado en uno de los bolsillos que se forman en la paila que tiene esa caída. Llegué caminando por un costado a donde estaba mi kayak y solamente pude ver como Dimas llegaba a la base del chorro con la cabeza en el agua. No hubiese querido ser Dimas en ese momento. Inmediatamente vi el remo de Dimas flotando por un lado y, justo después, apareció Dimas fuera de su bote (el segundo en nadar). Joaquín, razonablemente, aventó su bote desde arriba y se tiró al agua detrás del mismo. Básicamente, habíamos sobrevivido la parte más difícil del río. Todavía faltaba un rápido más, pero ya estábamos llegando al final de la diversión.

Nos tomó un rato volver a remontar río abajo por que todos estábamos en una paila sin orillas y no era muy sencillo volver a meterse en nuestro cayucos llenos de agua. Pero, luego de un poco de esfuerzo, todos regresamos al río y nos dirigimos al último rápido. Este último tramo es largo, complicado, y lleno de rocas inmensas que impiden tener una vista de lo que viene adelante. El rápido es un laberinto ciego. Este es el tramo que más hace palpitar mi corazón por que no afloja en intensidad por unos 500 metros. Las decisiones hay irlas tomando sobre la marcha, remando duro para mantenerse alineado en la corriente y fuera de los huecos. Casi me volteo cerca del final por que mi remo se atoró entre unas piedras cuando el ogro abajó del agua lo mordió. Mi remo se estaba quedando en el mismo lugar mientras mi kayak y yo nos alejábamos. Cuando ya pensaba que iba para el agua nuevamente, logré zafar mi remo y seguir adelante.

Después de ese rápido siguen unos jardines de piedras que ya son el glaseado en el pastel. Dimas y yo salimos un poco golpeados, pero muy sonreídos al final del río. Joaquín cuidó su pellejo mejor que nosotros, y también terminó con una gran sonrisa en la cara. Lo mejor de la experiencia es que sigue viva por varios días, como el suave brillo de un foco justo después de apagarlo, como las brazas que quedan después del fuego. Uno revive las imágenes repasando la cinta en cámara lenta: ¿qué fue lo que hice? ¿Cómo puedo hacerlo mejor la próxima vez? ¿¡Cuando podré regresar!?

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domingo, 19 de septiembre de 2010

Tribici

[caption id="attachment_1244" align="alignleft" width="228" caption="Roger en Cozumel 2009"]Roger en Cozumel 2009[/caption]

Después del Panama Canal Triathlon de este año quedé con ganas de poder montar más cómodo y más rápido. Cuando me bajé de la bicicleta estaba casi de último. Se me metió en la cabeza que la razón por la que muchos de los otros me habían ganado era por su flecha, su bicicleta de triatlón. Los demás iban cómodos, recostados en sus barras, apoyados sobre sus codos, aerodinámicos. Yo ya no encontraba como acomodarme sobre mi timón, me dolían las manos y estaba recostado sobre los frenos.

El viernes fui a ver bicicletas de triatlón, pensando en Cozumel y las horas que me va a tomar pedalear 180 kilómetros. Quiero mejorar mi tiempo en la bicicleta: cada kilómetro que mejore en mi promedio por hora me ahorra 15 minutos del tiempo total de la bicicleta. Hasta anuncié en la lista de tripanama @ yahoogroups.com que estoy buscando una montura para triatlón. Estuve viendo cascos de contrareloj para bajar mi resistencia al viento. Me fui a Slowtwitch a leer sobre el posicionamiento en la bicicleta de triatlón para buscar mi tamaño y la geometría que mejor me conviene.

Hoy, en la carrera de La Salle fui a correr 5km con mi hijo Irving y mi esposa Lorena. Me encontré con Eladio, que también iba a correr. Irving, por cierto, quedó en segundo lugar en su categoría. Pero, lo importante, es lo que Eladio me contó: me dijo que estaba muy viejo y muy lento para usar cómodamente una bicicleta de triatlón. Me hablo de su experiencia con su casco de crono en Cozumel el año pasado, sobre como lo quería estrellar contra el piso cuando terminó su bicicleta. También me habló sobre uno de sus Ironman recientes, lleno de lomas, y lo mal que le fue con su bicicleta de triatlón.

Curiosamente, en el proceso de leer (nuevamente) sobre las bicicletas de triatlón, encontré este artículo sobre los beneficios de una bicicleta de triatlón versus una de ruta. Recordé, después de leerlo, por qué es que había comprado una bicicleta de ruta hace poco, y no una bicicleta de triatlón. Volví a la realidad: no eran las flechas que montaban los demás, eran los demás quienes eran mucho más rápidos que yo, en cualquier bicicleta que estuviesen montando. Lo que yo necesito para mejorar el tiempo de mi bicicleteada es montar más bicicleta, montar más bicicleta, y montar más bicicleta.

Ya no quiero una bicicleta de triatlón: quiero montar las bicicletas que tengo. Y quiero montarlas más, y más frecuentemente. Ultimamente he estado corriendo solamente por que mi próxima meta es una corrida de 160km, el Javelina Jundred. Pero justo después viene mi Ironman de Cozumel 2010. Es hora de montar mi bicicleta, bastante. También debo nadar, aunque sea un poco.

Gracias Eladio por devolverme la cordura. ¡Que suerte he tenido! Es más importante invertir mis recursos en el esfuerzo físico de preparación que en el equipo del deporte. El enfoque apropiado está en el trabajo de entrenamiento, no en el hierro que uno usa. Un buen ejemplo es Federico Bravo, que el año pasado montó una bicicleta vieja y oxidada en Cozumel. Cuando se bajó de la bicicleta corrió su maratón en 4 horas y dejo en el polvo a muchos de los que se bajaron de la bicicleta por delante de él.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El Valle y Las Guías

Las GuíasHacía tanto tiempo que no montaba mi montañera que el freno delantero había perdido aceite y me tocó arreglarlo. Por suerte tenía aceite mineral listo para esta reparación. Fui a montar bicicleta con Jorge Patricio y Alana el sábado y el domingo. Fue un fin de semana de pura montañera. ¡Qué bien se sintió estar de vuelta en los senderos con la montañera!

El sábado en la tarde estaba diluviando en El Valle, pero llegando las 4:00pm acampó y nos fuimos a pedalear la vuelta de La Mesa, Berrales y Matahogado. Me sentí como un bulto cuando Alana y Jorge Patricio me dejaron atrás, pero cuando llegué a la primera finca de pollos apenas habían pasado 31 minutos (no estaba tan mal). Después caí en cuenta que Alana trepaba como una cabra -- en todas las subidas nos dió cascarita. Por mi parte me desquité en las bajadas, aun cuando no había honor en eso: Alana no monta montañeras, ni siquiera tiene una.

La parte de arriba de La Mesa estaba muy mojada y pronto quedamos completamente salpicados de lodo. La reparación de mi freno trasero quedó bien, aun que me preocupó la primera vez que toque el freno trasero (el que había reparado) por que se fue muy abajo. Después resultó que con un par de bombeadas quedó listo para el resto del camino. Además, el freno que más me importa es el delantero, que es el que realmente detiene la bicicleta. En los berrales me di cuenta que estaba un poco oxidado en el manejo de mi montañera por que Jorge me dejó atrás con facilidad después del cruce del río. Si, la doble suspensión lo ayudaba, pero sabía que yo podía ir más rápido (y no me atrevía).

Al llegar a la calle de Matahogado me tocó subir la loma en el plato del medio. En cuanto intenté usar mi plato pequeño se me trancaron los pedales cuando la cadena no se soltó del fondo del plato: "chainsuck"! Bueno, igual me había propuesto subir en ese plato para probar mi fuerza. Cambié al chico por que el corazón estaba trepando sus pulsaciones al max, y me estaban dejando atrás. Igual iba a pasar con el plato del medio. Como el plato pequeño tiende a trabarse cuando se ensucia, me parece fantástica la idea de Sram y el sistema XX de solamente usar 2 platos adelante y 10 pasos atrás.

La vuelta de Matahogado estaba excelente, casi se podía subir hasta el filo sin parar. Casi, por que Jorge pudo avanzar bastante. Pero yo llegué más rápido cargando mi bicicleta. La subida la han arreglado bastante por que ahora los autos están llegando a una finca que queda justo en la primera bifurcación del camino. El sendero estaba super montable, y la última bajada hasta el asfalto la hice sin tocar piso. No me pude quedar pegado a la rueda de Jorge, pero bajé bastante rápido por ese terreno ultra técnico. Lástima que el asfalto ya ha acortado la longitud del terreno de montañeras en ese circuito.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Palpitaciones en el Mamoní

Este sábado, cuando estábamos iniciando el descenso del Mamoní, le dije a Joaquín que extrañaba los días en que el Río Mamoní hacía que mi corazón palpitara con la emoción del miedo, la anticipación, y la mortificación de lo que podía pasar en el río. Le contaba que era peligroso sentirse cómodo en el río, despreocupado, tomando de hecho los rápidos, sin calcular con precisión el recorrido a través de las piedras. Es en esos momentos de despreocupación que el minuto de descuido puede hacernos daño. Pero estaba equivocado...

A medida que iniciamos el descenso, el Mamoní es fácil al principio y va en crescendo, fui observando que el río tenía mucha agua. El nivel del flujo estaba cerca del máximo normal, el agua estaba turbia, y habían señales de inundaciones recientes. Justo al fondo del primer rápido nos topamos con una nutria. La tuve a menos de 6" del bote. Joaquín la había visto desde lejos y me alerto sobre su presencia. Poco después Joaquín vio un lagarto pequeño hundirse en una piscina, cerca de una piedra donde siempre duermen unos murciélagos de proboscis. El río estaba interesándome desde el principio.

El Mamoní con bastante agua se pone muy divertido. En esta ocasión estaba casi pasándose de agua. Contrario a lo que esperaba, la anticipación de los rápidos que nos esperaban estaba animando mis emociones. El río me estaba cautivando, agudizando mis sentidos. Joaquín estaba reído con las emociones que estaba experimentando, estábamos pasándola bien nada más pensando en lo que estaba por venir río abajo. Teníamos un poco de apuro por que se veía que la lluvia venía con fuerza, que pronto todo iba a estar bajo mucha más agua. Ya abajo se veía que la lluvia estaba cayendo con fuerza. Nuestro paso por el río iba a ser veloz por que el agua estaba corriendo rápido, no habían piscinas largas de agua tranquila.

Pronto resultó obvio que el río estaba algo pasado de agua: muchas piedras y olas estaban ahogadas bajo el nivel del río. El agua empujaba duro, pero las olas para surfear estaban como picos en trenes de olas, muchas de las características del río habían quedado sumergidas. La parte dura iba a ser corta, pero intensa. Con tanta agua solamente el final del río, el cañón del Mamoní iba a estar animado. Pero esa iba a ser suficiente para darnos un día espectacular en el agua. Esos instantes en que el tiempo parece detenerse son los que hacen del descenso de un rápido toda una experiencia para saborear postreramente. El instante pasado en segundos, pero las imágenes quedaban grabadas en la mente, en cámara lenta.

Después de pasar la "Z" el corazón de palpitaba con fuerza, me temblaban los músculos. Estaba al tope de la adrenalina. La Zeta tiene toda la capacidad para causar mucho dolor, hasta daño incluso, más aún cuando tiene fuerza el agua. Los dos, Joaquín y yo pasamos ilesos (como siempre), pero las emociones fueron intensas. Y todavía faltaba la "S", que nos volteó a ambos. Yo, incluso, la bajé de espaldas - entrando al río el primer hueco se quedo con la proa de mi kayak y quedé remando en reversa. Pasé todo el rápido con la cabeza arriba del agua y justo al final una piedra levanto un borde de mi bote exponiendo a una corriente cruzada: ¡zaz! Quedé haciendo inventario de especies marinas en el Río Mamoní.

Antes que pudiera contar el primer pez ya estaba fuera del agua. El esquimo rol es una reacción involuntaria que me devuelve a la superficie inmediatamente. En Mamita vi a Joaquín ejecutar el "backdeck roll" más rápido que he observado. El Mamoní no nos dejó insatisfecho: el río nos dio la emoción que nos motiva a venir una y otra vez. Luego, en la parte tranquila que nos faltaba por remar para llegar de vuelta al auto, repasamos en nuestra mente los cortos e intensos momentos que acabábamos de experimentar. Una tarde perfecta, lluviosa, en el río.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Darbaroud 2011

Marathon des SablesEste 8 de septiembre, a las 12:00 gmt voy a estar enviando mi inscripción para el Marathon des Sables #26. Lo más probable es que no pueda ir por que no tengo el patrocinio para poder pagar ese viaje, pero trataré de resolver esto en el tiempo que tengo de límite para pagarlo. De repente puedo reclutar a mi amigo Carlos Rettally y pedirle una clase sobre reclutamiento de patrocinadores.

El año pasado también me inscribí, pero nunca reuní el capital. Este es un tema recurrente para esta carrera. Son €3,500 que hay que pagar para inscribirse. Esto incluye un boleto de Madrid a Marruecos y el agua para la carrera. Todo lo demás, incluyendo llegar a Madrid, queda por incluir en el costo de la carrera. Yo calculó que está razonable para un viaje turístico por el desierto del Sahara.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Club Correcaminos

[caption id="attachment_1179" align="aligncenter" width="464" caption="Corriendo Cerro Cabra"]Cerro Cabra[/caption]

Hace mucho tiempo las carreras de Corredores del Istmo eran eventos muy sencillos. Los corredores se reunían y escogían la junta directiva. Ya existía un calendario preestablecido de carreras que tenían una cierta lógica: las distancias iban en ascenso, en ciclos, hasta llegar al maratón en diciembre. Se corría cada tres semanas, aproximadamente.


Los días de las carreras llegaban los encargados de ese evento: Alan Jones se encargaba siempre del tiempo de la carrera, un par más se encargaban de la hidratación, y, si era algo complicada la carrera, tal vez otros voluntarios también participaban. Todos los corredores teníamos nuestro número vitalicio adquirido cuando participabas en la primera carrera. El mío fue el 900 por más de 15 años. Para las carreras cada quien llegaba con su número puesto. Al finalizar la carrera, si querías, le pagabas 50 centavos a Alan y te imprimían un certificado del tiempo. Era algo sencillo el esquema, pero muy funcional.


Hoy día tenemos un calendario muy nutrido de eventos organizados por diversos clubes. Todos requieren de inscripción por adelantado, cuestan mucho más, y también esperamos más a cambio. Ahora cada evento tiene sus patrocinadores, meta personalizada, vallas de llegada, podio para entrega de trofeos, y hasta dinero en efectivo para los ganadores. Antes, el premio venía al final del año: el honor de acumular más puntos a través de las corridas de todo el año. Solo unos cuantos eventos, como el maratón tenían verdaderos trofeos y más apoyo de entidades, como motos de policía y ambulancias. Verdaderamente que hemos avanzado en la calidad de nuestros eventos deportivos.


Pero yo extraño la sencillez de esos días. Eramos un grupo más unido de corredores, éramos muchos menos, algo como los triatlonistas de hoy. Además, cada vez más, prefiero correr sobre superficies no pavimentadas. Por esto me atrae la noción de que debemos formar un nuevo club, muy sencillo, para organizar un pequeño calendario de carreras de montaña. Debemos formar el Club Correcaminos de Panamá. Podemos organizar varias carreras sencillas, tanto locales como fuera de la ciudad.


Hay muchos senderos cerca de la ciudad por donde correr: Camino de Plantación, Camino del Oleoducto, el camino de las antenas, el camino de Chivo Chivo, senderos del Parque Metropolitano, y Cerro Cabra. En Cerro Cabra podemos organizar una verdadera carrera de montaña: 500 metros de ascenso en 2 kilómetros, brutal - corres hacia arriba, tocas una campana y bajas a toda máquina. Fuera de la ciudad está Pacora, Cerro Azul, Mamoní, Arraiján, Chorrera, Veracruz, Sardinilla, Boquerón. ¡Sobrán lugares!


Ya los ultracorredores (Luis Carlos Stoute, Carlos Rettally, Margaret Von Sanger, Iris Regalado, Lizbeth Ramiréz, George Shoemaker, Fernando Revuelta, y otros) tienen un grupo bien unido. Estoy seguro que hay más que están adquiriendo el gusto por correr fuera de las calles, sin el ruído de los carros, sus olores tóxicos, y el peligro que representan. Los dos eventos de El Valle han probado que la gente está dispuesta a participar en esta clase de eventos, llenando la versión 2009 y la versión 2010 de El Valle Trail Race.


Ahora, con las herramientas de comunicación modernas, el correo electrónico, Facebook y los sitios web, podemos organizarnos para crear un calendario de unas 4 a 6 carreras al año. No todas tienen que ser super producciones como la de El Valle. Varias pueden ser eventos sencillos: una raya en el piso, un cronómetro y una cámara. Si se puede hacer algo más sofisticado, amén, pero no hace falta. Estoy seguro que varios ya tienen sus gavetas llenas de camisetas de tantas carreras en las que han participado. Panamá Hash House Harriers organiza corridas todos los lunes a las 6:00pm, llueve, truene, y/o caigan relámpagos. Además organizan Hash Familiares fuera de la ciudad varias veces al año. No es complicado organizar unas cuantas corridas por los senderos de Panamá.


Como en la película "Campos de Sueños" con Kevin Costner: si lo construyes la gente llegará. Ya tenemos las semillas, solamente hay que plantar y los corredores de montaña nacerán, y llegarán a correr por los senderos que marquemos. ¡Ya lo han hecho!