
Es una buena lectura, y contrasta mucho con las tendencias modernas de ir rápido e ir liviano. La filosofía es algo más completa que la de alguien como Ryan Jordan o Ray Jardine, y mucho más relajada. Para Colin Fletcher, el autor del libro, no había apuro en sus caminatas, aun cuando duraran tres meses. Para Colin, lo importante no era el destino, sino el camino. Y los placeres sencillos de los campamentos, aunque solamente fuera el la única persona presente, eran un momento importante para compartir y disfrutar.
Hoy día me canso solamente viendo la portada de su libro, y todo lo que solía cargar en su mochila. Yo me he pasado los últimos veinte años sacando cosas de mi mochila, cosas que no pienso devolver por ninguna razón (como un segundo par de calzados). Pero la información que Colin ofrece es tan válida todavía como hace 40 años. Y hace 40 años habían, proporcionalmente, muchos menos caminantes. Por algo este libro ha permanecido viable a través de cuatro décadas.
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