La verdad es que mi hija no se ríe igual cuando le hago cosquillas, ni Irving. Pero cuando Laura se está deslizando por la soga, su risa puede ser infecciosa y me hace sonreir de oreja a oreja. ¡Qué alegría me da escucharlos reirse! Y todo esto me conviene: tengo un gimnasio en mi propio patio.
Mi hermana Denise, a quien no pude convencer para que se deslizara, tomó cientos de fotos. Juan Gabriel, siempre diligente, me ayudó mucho y fue uno de los que más tiempo pasó colgados. Por la forma en que colgué la soga, había que moverse por la cuerda hasta el punto más alto de la tirolesa y luego hacer una transición de modo de ascenso a modo de descenso. Esto tomaba bastante esfuerzo, y era muy complicado para los más pequeños. Al final quedamos usando una cuerda extra para remolcar a los niños hasta la parte superior de la tirolesa y luego, al soltarse, regresaban a balazo hacia abajo.
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